jueves, 22 de octubre de 2020

Historia de una foto: LA II VUELTA CICLISTA A ESPAÑA SOBRE EL PUENTE HIERRO DE OVERA. AÑO 1936

 

HISTORIA DE UNA FOTO.


Paso de la sexta etapa de la II Vuelta ciclista a España, Almería-Alicante, por el Puente Hierro en Overa. 13 de mayo de 1936.

   La explosión de entusiasmo de una muchedumbre incontrolada que en la llegada de ‘La Vuelta’ de 1936 a la capital provocó un auténtico ‘terremoto’; esa tarde y el día siguiente – que era día de descanso- los ciclistas estuvieron en Almería. La ciudad estaba eufórica con la presencia de la II Vuelta Ciclista a España.

   La vuelta fue creada por el diario Informaciones en 1935 y en su primer recorrido no pasó por Almería capital, donde había en aquellos tiempos una enorme afición a la bicicleta y a las carreras.

  La Vuelta ha pasado por Almería en numerosas ocasiones a lo largo de sus setenta y cinco ediciones, pero la primera, en 1936, en el segundo año de vida, tuvo unas especiales connotaciones. La capital respiraba un ambiente ciclista extraordinario y disponía de una entidad, el Grupo Deportivo Lanchafri, con gran implantación, poder de convocatoria y capacidad de gestión.

 LA PRIMERA VUELTA CICLISTA A ESPAÑA PASA POR OVERA PERO NO POR EL PUENTE HIERRO

Los “ases” Ezquerra y Escuriet, en Almería

      El 2 de marzo de 1935 se anuncia que la carrera no vendrá a nuestra ciudad por la falta de ayuda de los organismos locales. Los organizadores de la ronda habían trazado el itinerario provisional y como no tenían el aval económico de Almería, la prueba entraría en la provincia desde Murcia hasta Overa y desde allí hacia GranadaDiario de Almería, en su página 3, por medio de una gacetilla, hace un último llamamiento y apela a los buenos aficionados y a la mejor voluntad de ‘Informaciones para tratar de conseguir los apoyos y que la carrera, cambiara de trayecto – “La variación, si es que quieren hacerlo, es bien pequeña”, decía el periódico-, desde Overa por el Levante hacia la capital y después, al día siguiente, por el Poniente a la ciudad de Los Cármenes. Se vende como algo que interesaría a la organización y a los almerienses. Pero los deseos fueron insuficientes y todo quedó en un anhelo.



LA SEGUNDA VUELTA CICLISTA A ESPAÑA

      El 23 de enero de 1936 se da a conocer la noticia en ‘La Crónica Meridional’: “Después de muchas gestiones, Almería es incluida en el itinerario de la II Vuelta Ciclista a España, que organiza el diario ‘Informaciones’ de Madrid“. A los pocos días, el 6 de febrero, se anuncia que nuestra ciudad no solo será final y principio de etapa, sino también marco del descanso de los participantes durante 24 horas, por lo que la ronda estaría en Almería un día y medio. Recaudadas las 2.000 pesetas se le entregan a la organización y se aprovecha este acto para proponer el concurso del ciclista almeriense Andrés Jaén Vicente, del Grupo Lanchafri, que era el mejor corredor local del momento. Así lo acepta el comité directivo de la ronda española.

     Los diarios ‘La Independencia’, el 7 de febrero de 1936, y ‘La Crónica Meridional’, del día siguiente, reproducen una nota del Grupo Lanchafri, donde da cuenta de las novedades, fundamentalmente de la consecución de que la vuelta descansara en Almería, pero resaltando que “para haber conseguido esto, tuvo Lanchafri que contraer el compromiso de subvencionar a la comisión organizadora designada por el periódico ‘Informaciones’ con tres mil pesetas, habiendo por nuestra cuenta calculado se precisa para gastos de la organización de la meta de llegada, etc. mil pesetas más, por lo que hemos de obtener un mínimo de cuatro mil”. Es decir, se necesitaban otras 2.000 pesetas y se hacía un nuevo llamamiento a la población para “cooperar a la suscripción pública abierta por Lanchafri para la II Vuelta Ciclista a España, en unión de otros que lo hicieron ya, admitiéndose donativos en Grupo Lanchafri, Plaza de la Catedral, núm. 4, bajo izquierda”. Hasta ese momento las 1.950 pesetas recaudadas procedían de: Ayuntamiento de Almería, 750 pesetas; Diputación, 750; Cámara Oficial Uvera, 200; Asociación de la Prensa de Almería, 50; Augusta Barcia y Tréllez, 50; José Santonja de Madrid, 25; Banco Central, 25; Banco Español de Crédito, 25; La Crónica Meridional, 25; Ferretería Lucas e Hijos, 25; y, Banco de Bilbao, 25.

Editoriales de los periódicos en apoyo a la Vuelta y elogios al Lanchafri desde Madrid

       Es difícil relatar el entusiasmo que vivió la población ya en la misma preparación del evento. En marzo del 36 la prensa almeriense inicia una amplia y consistente campaña en apoyo a la Vuelta y a la importancia que representaba para la provincia. Incluso editoriales de la prensa se dedican a la causa. ‘La Crónica Meridional’ del 12 de marzo de 1936, en su portada abría con un editorial titulado “II Vuelta Ciclista a España. Almería final de etapa” donde pedía el apoyo y aportación económica de todos los sectores de la ciudad, finalizando con esta frase: “¡Almerienses! ¡Contribuid con vuestra ayuda! ¡Aportad vuestro donativo por pequeño que sea a la suscripción abierta!”.


Deloor y Carretero entrando en la meta de Almería de la Vuelta de 1936, seguidos de Trueba, Cañardo y Flaquer. El público tras éstos, cerró la llegada y provocó un auténtico caos para el resto de ciclistas que iban a disputar la llegada esprintando. - Foto ALBERO y SEGOVIA. Diario ‘AS’. Fuente: Biblioteca Nacional de España (BNE).

La sexta etapa de la II Vuelta a España de 1936

El diario ‘La Independencia’, del mismo 12 de marzo, refleja que ‘Informaciones’ de Madrid del día 10 de ese mes, había dado el trazado de la sexta etapa de la ronda Almería – Alicante, con un recorrido total de 304 km. Reflejaba los grandes esfuerzos del Grupo Lanchafri que “ha conseguido hacer de Almería una de las etapas más importantes de la gran ronda española, Almería tendrá final de etapa, Almería tendrá día de descanso y Almería tendrá un representante en la vuelta”. Y, partiendo de esos éxitos, decía ‘La Independencia’, “tienen la obligación todos los deportistas de contribuir con sus donativos, por modestos que sean, a la suscripción abierta”.

En abril se da a conocer el programa de actos con motivo de la vuelta. Para el 11 de mayo de 1936 estaba prevista la llegada de la etapa Granada – Almería (185 kilómetros), a las tres de la tarde; luego se daría un “lunch” para periodistas y directivos en la sede de la Asociación de la Prensa (calle Rueda López), donde también participaría la Asociación Profesional de Periodistas (esta actividad pasó después al día 12 de mayo); y a las 10 de la noche, en el Teatro “Cervantes, la Agrupación Artística “Poeta Sotomayor, representaría la obra “Rosa de Madrid”. El 12 de mayo, jornada de descanso, se celebraría una recepción a corredores en el Ayuntamiento; comida íntima al comité directivo y baile en el Círculo Mercantil. El día 13, a las 6 de la mañana, se tomaría la salida para cubrir la etapa hasta Alicante.

Pero la llegada de la etapa Granada-Almería en la avenida de la República (actual Paseo de Almería) estuvo lleno de incidencias que estuvieron a punto de dar al traste con aquella II Vuelta ciclista a España: “En la llegada se había congregado un gentío inmenso, incalculable, contenido por la persuasión de unos guardias municipales. A la vista de ese paseo, los hombres decididos a intervenir en el ‘sprint’ final que había de decidir la clasificación de una etapa que los treinta y ocho corredores supervivientes (salvo el consecuente Jardin) terminaban en grupo, empezaron a tomar posiciones. Cañardo –nos lo ha dicho él- fue el primero en atacar, y a su rueda demarraron Gustavo Deloor, Carretero, Fermín Trueba y otros cuantos; el resto del grupo quedó separado unos metros. El público, en un movimiento que se explica en una multitud poco ‘entrenada’, pero que no hay manera de disculpar, por muy buena voluntad que se ponga en ello, invadió el paseo inmediatamente; dejó un angosto callejón, por el que el primer grupo llegó hasta la meta, pero ‘cerró’ inmediatamente detrás de ese grupo. Y allí fue Troya. Los corredores fueron derribados y del confuso montón fueron levantándose dificultosamente, magullados, heridos algunos, eligieron al azar entre las máquinas estropeadas y arrastrándolas o cargando con ellas a cuestas continuaron a pie hasta la llegada. No era fácil alcanzarla, porque, naturalmente, la muchedumbre, que ahora se había agrupado en torno a los primeros llegados, no se dejaba vencer así como así. Pero al fin la batalla fue ganada por los corredores y todo el mundo se quedó tan contento, porque en la tribuna de invitados había un ramillete de bellísimas señoritas y porque el divertido espectáculo estaba amenizado por una brillante banda de música”.

De los 52 corredores que habían comenzado la Vuelta ya sólo quedaban 37 que tomaron la salida aquel 13 de mayo de 1936 con rumbo a Alicante con 304 kilómetros por delante, pasando por el Puente Hierro de Overa.


Aquella II Vuelta ciclista a España fue ganada (como la primera ) por Gustavo Deloor. Poco después estalló la sangrienta Guerra Civil y la vuelta se suspendió hasta el año 1941 en que volvió a pasar por Almería con una etapa Almería-Murcia que también pasó sobre el Puente Hierro y por la localidad de Overa.



TEXTOS: JOSÉ MANUEL ROMÁN


miércoles, 21 de octubre de 2020

Yacimiento tardorromano de Los Orives-Overa. Compendio y resumen de Overa Viva

 


 

1. Introducción
     Cuando se abordan los análisis de poblamiento de muchas regiones del Occidente mediterráneo tardoantiguo hay un fenómeno que llama la atención a los investigadores: la recuperación del hábitat en altura y, por consiguiente, la aparición de los denominados “asentamientos en altura”. Varios han sido los autores que han analizado este fenómeno en el Sureste y en el Levante peninsular, región en la que se encuadra nuestra zona, la del Valle del Almanzora (Almería, fig. 2). Todos  ellos coinciden  en que este fenómeno es         producto de un contexto general de inestabilidad social, que lleva a buscar patrones de asentamiento en los que prima la protección y el control del entorno, así como de las profundas transformaciones que se producen en las estructuras socioeconómicas del mundo tardorromano; a todos estos asentamientos tardorromanos (siglos V al VIII) los englobamos dentro de la definición global de “asentamientos en altura”.

    2. Los Orives (Overa)

     Uno de los asentamientos más excéntricos de la zona es el de Los Orives. Este yacimiento, estudiado por Montserrat Menasanch, se ubicaba sobre una elevación que favorecía enormemente el control de las vías de comunicación de su entorno. La situación estratégica de Los Orives permite la vigilancia del paso por el Valle del Almanzora en un punto estratégico que permite la conexión hacia comarcas situadas al norte, en una vía de paso entre Sierra Almagrera y Sierra Almagro. Se trata de una ruta que aparece en diferentes itinerarios medievales, tanto islámicos como cristianos, y que conectaba la comarca con diferentes zonas de la actual provincia de Almería, con el área de Lorca y con las vías que iban hacia Baza y la hoya de Guadix. El asentamiento, con una vida que se extiende desde el siglo V al VIII, parece que se fortificó en el mismo momento que el Cerro de Montroy, como ya hemos apuntado. Salvo la estructura defensiva, a la cual se le adosa posteriormente una torre de forma irregular, no se ha podido identificar de manera clara     ningún otro espacio que nos ayude a clarificar mejor la estructura del asentamiento, la funcionalidad de sus espacios y si tenía lugar alguna actividad económica en él.

     Lo que sí se ha hallado en Los Orives son cerámicas, tanto de importación como cerámicas a mano y a torneta locales o las algo más estandarizadas de la zona murciana que llegan en el siglo V a la Depresión de Vera; las cerámicas de importación, comparadas con las otras, son bastante más minoritarias, algo extraño en un asentamiento relativamente extenso como este. La dominancia de cerámicas locales o regionales con un nivel de estandarización más alto del habitual en estos productos y la aparición de algunos géneros norteafricanos nos ponen sobre la pista de unos patrones de demanda y consumo distintos a los de otros asentamientos de la comarca.

     Al sumar esto último al hecho de que su localización únicamente primase la situación estratégica respecto de las vías de comunicación, así como el proceso de   fortificación que vive en las mismas fechas  que Cerro de Montroy, algunos autores han propuesto la hipótesis, con la que estamos de acuerdo, de que se trataría de un castrum bizantino, fortificado a iniciativa de los orientales, al igual que la muralla de Cerro de Montroy, como parte de su estrategia de control del territorio y sus comunicaciones. Si relacionamos esto con sus diferentes patrones de demanda y consumo, quizás podemos plantear la hipótesis de que en el castrum se asentó una guarnición bizantina a la cual, en alguna medida, se le abastecía con parte de la producción local. Pero, ahora mismo, esta idea solo puede plantearse como hipótesis, pues se hace necesario el desarrollo de actividades arqueológicas que corroboren este aspecto.

3.Conclusión

     El conjunto de los asentamientos en altura en la cuenca del Almanzora, presenta una gran variabilidad, aunque tienen en común su ubicación en lugares altos –siempre teniendo en cuenta la altura relativa con respecto al curso de agua más cercano de su entorno, la mayoría están situados a más de 40 m.–, resguardados y con un gran control visual. Es por ello que consideramos que las diferencias existentes entre los distintos asentamientos en altura en una zona tan pequeña como esta, estudiados normalmente bajo una misma denominación, es un indicativo de la necesidad de analizar esta clase de asentamientos de manera más pormenorizada. hasta ahora la investigación ha mostrado que el concepto de “asentamiento en altura” dice más acerca de una cuestión concreta del contexto general, esto es, una supuesta situación de inestabilidad social y de descomposición del sistema económico romano que sería común a buena parte del sur y el levante peninsular, que sobre la naturaleza de los propios asentamientos y el poblamiento entendido como una estructura.

Estamos plenamente de acuerdo con Montserrat Menasanch      cuando afirma  que toda estructura socioeconómica tiene su correlato espacial, es decir, que, a aquella, sea de la especie que sea, le corresponde unas manifestaciones fenomenológicas espaciales o patrón de asentamiento que engloba dentro de sí realidades tales como los espacios de producción y reproducción social, los patrones de distribución y consumo de los objetos, la relación que mantienen los yacimientos. A continuación, y siempre en función de lo analizado para el Valle del Almanzora y aplicando los puntos antes enumerados al análisis realizado anteriormente, podemos proponer como hipótesis nuevas tipologías de asentamiento en altura propias de este momento histórico (fig. 3):

1)  Asentamientos de pequeño tamaño, como los situados en la sierra de los Filabres, que muestran una estructura, unos espacios sociales y unos patrones de consumo similares, al tiempo que evidencian cierta independencia del resto de asentamientos  mayores,          ubicándose en entornos diversificados que les permiten el mantenimiento de una economía de subsistencia, pero compleja. En estos asentamientos hubo de darse lo que Chris Wickham denomina como modo de producción campesino, propio de pequeñas comunidades que, como indicó Sonia Gutiérrez Llore, tienen su origen en la fuerza de trabajo huida del control de los terratenientes. Para este tipo de asentamientos proponemos la denominación genérica de “pequeño asentamiento rural”.


2)  Por otro lado, se constata la pervivencia de villae que sobreviven al trance de la descomposición del Estado romano. La denominación de villae puede mantenerse siempre y cuando mantenga las características estructurales que definieron en        momentos anteriores este tipo de explotaciones agrícolas con unos espacios sociales y una relación con el entorno y los asentamientos del entorno de explotación, bajo unos parámetros de propiedad y de sistema económico típicamente romano. De hecho, es posible que este tipo de lazos de propiedad sean los principales causantes de su supervivencia y, por ende, de la de unas élites altamente integradas en el Estado romano y su cultura sociopolítica, capaces de mantener patrones de consumo aristocráticos. Ahora bien, la villa romana es una estructura arqueológica muy concreta, con una cultura material y una forma de relacionarse con el entorno muy concreta; por ello, si no nos encontramos en el yacimiento en algún momento con dichas características, aunque pueda decirse que es un asentamiento de explotación agrícola de mayor magnitud que uno de los “pequeños asentamientos rurales”, hemos  de definirlo de diferente manera. Proponemos para estos últimos casos el genérico de “gran asentamiento rural”.


3)  Por su parte, asentamientos como Los Orives, El Rascador o Cueva del Collado del Conde se nos muestran como yacimientos propios de esta época. Siguiendo el modelo propuesto, parecen funcionar como núcleos de vigilancia de las vías de comunicación o lugares estratégicos, en concreto de fundación bizantina, por la cronología que se le atribuye y por el tipo de materiales con el que se abastece. No obstante, a nivel estructural y de espacios se observa una mayor complejidad en El Rascador y en Los Orives, núcleo este que, además, aparece amurallado, que en Cueva del Collado del Conde. Sin embargo, la naturaleza de este tipo de yacimientos, para los que proponemos la denominación latina de“castra” aparece altamente mediatizada por su ubicación, su relación con el entorno y la funcionalidad que se le otorga, lo que nos lleva a considerar que son estos parámetros los que más pesan  a la hora de llevar a cabo su definición tipológica.

 4) Quizás el tipo de asentamiento que más problemas genera es el de Cerro de Montroy, al que debemos adherir el puerto de Villaricos, el yacimiento de la Baria imperial, conformándose así un nuevo tipo de asentamiento en la zona, de carácter disperso al contar con un centro en altura y un barrio portuario periférico. Este asentamiento funciona como eje rector de una zona concreta, la desembocadura del Almanzora y aledaños, con patrones de consumo complejos y con producciones de tipo industrial, aunque a pequeña escala, y como puerto de entrada en el Valle del Almanzora de productos de importación, al tiempo que, a          nivel estructural y topográfico no alcanza las dimensiones ni la naturaleza de otros núcleos que podríamos considerar núcleos urbanos, como el caso del Tolmo de Minateda. Quizás estemos ante asentamientos  que podamos definir como “aldeas” o    “poblados” para esta época, aunque diferentes de los vici de época imperial o de las aldeas medievales. Al mismo tiempo, como muestra Chris Wickham en su trabajo, estos asentamientos de tipo aldeano pueden diferir entre sí: el Cerro de Montroy presenta indicios de la presencia de algún tipo de aristocracia y de depender de cierto tipo de instancia política superior, sin embargo, este historiador constata la existencia en otras zonas del Mediterráneo Occidental de aldeas donde priman las relaciones del modo de producción campesino o aún asentamientos aldeanos de tipo mixto. Es por todo ello que para este tipo de asentamientos proponemos la denominación de “aldeas tardoantiguas”, aunque dicha nomenclatura queda sujeta a revisión pues es necesario seguir profundizando y compararlo con otros yacimientos de este tipo en el Sur y el Levante peninsular.


YACIMIENTOS

TIPOLOGÍA

              1               Cerro Montroy

Aldea tardoantigua

              2                Los Orives

Castrum

              3               El Cañico

Pequeño asentamiento rural

              4                Alto del Púlpito

Pequeño asentamiento rural

              5               Lugar Viejo de Fines

Villa/ Gran asentamiento rural

              6                Cjo. Onegar

Villa/ Gran asentamiento rural

              7               La Loba

Villa/ Gran asentamiento rural

              8               Los Prados

Villa/ Gran asentamiento rural

              9               Cerrá IV

Aldea tardoantigua  (¿?)

             10              Era de la Umbría

Pequeño asentamiento rural

             11              Cjo. Clemente

Pequeño asentamiento rural

             12              Piedra Illora

Pequeño asentamiento rural

             13              Los Canos

Pequeño asentamiento rural

             14              Los Checas

Pequeño asentamiento rural

             15              Cerrá de Alcóntar-2

Pequeño asentamiento rural

             16              Cueva del Collado del Conde

Castrum

             17              El Rascador

Castrum

Fig. 3. Tabla de yacimientos en altura y su tipología en el periodo tardorromano, según la propuesta presentada.



TEXTOS: Francisco PÉREZ MARTÍNEZ

                 María Juana LÓPEZ MEDINA.

FOTO: AMIGOS DEL MUSEO DE LORCA