lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS BAILES DE ÁNIMAS EN PALACÉS Y EN LA ERMITA DE LA CONCEPCIÓN. Por Jema Bonillo Díaz



 
INTRODUCCIÓN
El culto cristiano a las Ánimas o Fieles Difuntos comenzó a celebrarse en el siglo V, pero no sería hasta el siglo VII cuando debió ser ya una fiesta de cierta importancia en España que se celebraba el 8 de Enero, día de los Santos Inocentes.(En el calendario mozárabe de Córdoba, del siglo X, aparece duplicada la celebración, conmemorándose tanto el  29 de diciembre como el 8 de enero).
En torno a esta liturgia se constituyeron las Hermandades de Ánimas, siendo de las más antiguas la de Las Pedroñeras (Cuenca), fundada en el siglo XIV y la Cofradía de Nuestra Señora de los Inocentes y de los Desamparados  de Valencia, fundada en los primeros años del siglo XV.
En Granada, la Hermandad de Corpus Cristi, Ánimas y Misericordia llegó con los Reyes Católicos, a finales del siglo XV. Es bastante lógico pensar que en el Norte de Almería, Albacete y Murcia, lo hicieran también a lo largo del siglo XVI.
 La  hermandad granadina tenía entre otras funciones la hospitalaria y la ¨Imperial Universidad de Granada¨, celebraba las fiestas de San Nicolás de Bariel 6 de diciembre, día en el que los estudiantes  elegían a ¨su obispo¨  el cual tenía silla junto al altar del Santo. Su dignidad duraba hasta el día de los Inocentes, en el que vestido de pontifical asistía a los oficios divinos y donde el arzobispo de Granada, Señor Talavera, actuaba de camarero del falso obispo.
 
La ¨Consuetaque¨ que regula las ceremonias de la catedral granadina, refiriéndose a estos personajes recoge lo siguiente: “…hacen todos sus oficios cuerda y devotamente, sin que con ello haya burla, ni chufla ni deshonestidad alguna”.
Esta costumbre fue prohibida en 1526, pero debió perdurar, parodiada por el pueblo llano en sus festejos, sobre todo en el medio rural donde se modificaría y adaptaría a cada localidad.
Esta es la referencia histórica más antigua y clara que he encontrado entre  Inocentes y bailes de Ánimas, a los que dedicaré este relato.
En Gran Bretaña, en algunas ciudades españolas y en casi toda Europa continental, se sigue practicando la tradición medieval de entronizar a un obispo-niño el día de San Nicolás hasta el 28 de diciembre, día de los Inocentes.
En el siglo XVII, los franciscanos en el Levante, Murcia, norte de Almería y Granada, impulsaron con fuerza el culto al Purgatorio y al Infierno, en torno al cual debieron proliferar las Hermandades de Ánimas y surgir las Cuadrillas del mismo nombre, para cantar en las misas y pedir el aguilando en dinero y en especies que posteriormente se subastaban, con el fin de atender los gastos de misas, mantenimiento de iglesias, ermitas y festejos.
En el siglo XVIII hubo una denuncia del párroco del pueblo alpujarreño de Órgiva, ante la Real Chancillería de Granada por ¨Los crímenes, ofensas y delitos, cometidos por el pernicioso abuso de las varas de Inocentes en las Pascuas¨.
En el proceso quedó establecido el doble uso, sufragar gastos de iglesia y fiestas, con las limosnas recaudadas por los inocentes por medio de  bailes, pujas, encierros en la cárcel, bromas de Inocentes o subastas.
 
LOS BAILES DE ÁNIMAS
Apenas si tengo memoria de esta tradición, tristemente desaparecida de nuestro bagaje cultural desde los años sesenta. Me refiero concretamente a los bailes de Ánimas en Palacés y  en la Ermita de la Concepción.
Se celebraban en muchos pueblos y aldeas de la zona del bajo Almanzora en los que hubiera una iglesia o una ermita tales como Zurgena, Los Menas o Santa Bárbara. Sólo he podido obtener información de los realizados en las  localidades mencionadas a través de personas, que por su edad, los han vivido en pleno auge.
 Se organizaban los días 25, 26 y 27 de Diciembre en Palacés y 26, 27 y 28 de Diciembre en la Ermita de la Concepción.
Eran todo un acontecimiento social que se iniciaba, terminada la misa, en la puerta de la iglesia y se prolongaba después de cenar en casas particulares, en escuelas y en salones parroquiales.
Aunque el objetivo último de esta fiesta era la recaudación de dinero para sufragar los gastos de fiestas y de iglesia, eran también una forma de disfrutar con alegría de unos días de esparcimiento, en los que participaban por igual mayores y pequeños.
 
La Navidad era una fecha importante porque, aparte del sentimiento religioso tan presente en épocas pasadas, el invierno era la época del año en la que las labores del campo eran escasas; las cámaras estaban llenas de productos de la matanza y las despensas  de mantecados, rollos, galletas y sobaos. La gente con poco trabajo y los paladares agradecidos, podía entregarse con el mismo ardor, tanto a la devoción como a la parranda.
Estas agradables celebraciones, presentaban una magnífica oportunidad para reunirse con amigos y familiares en torno a la fiesta y a la mesa, encontrar novio o novia, formalizar relaciones amorosas, confraternizar con vecinos y desconocidos e incluso soportar con buen ánimo a los metepatas, siempre presentes en cualquier comunidad.
Se lucían las mejores galas y pelendengues en una clara demostración de prosperidad, muy útil a la hora de que  muchachos y muchachas encontraran un buen partido con la aprobación de futuros suegros.
Los jóvenes con trajes y zapatos  nuevos, estaban más guapos que nunca porque, a la lozanía de la juventud, había que añadir un parámetro de belleza de épocas pasadas: Los rostros aclarados del sol del verano. Las muchachas obligadamente recatadas por educación y por su carabina y los chicos listos para aprovechar cualquier descuido de la misma. 
 
ORGANIZADORES DEL BAILE DE ÁNIMAS: INOCENTE, MAYORDOMOS Y MÚSICOS.
-La mayor autoridad en el sarao era ostentada por el Inocente. Este personaje fundamental del baile de ánimas, lo representaba un hombre carismático y con gracejo de la localidad, que  vestido de forma estrafalaria, parodiaba la jerarquía de un obispo o un juez con su blusón de marchante a modo de casulla o de toga, un sombrero por mitra, tan raro como raro fuese su portador y una vara, a modo de báculo o bastón de mando.
Era el Inocente el que, en medio de piruetas, frases ingeniosas y blandiendo su garrote, se encargaba de parar la música o reanudarla y de disponer quien bailaba o quien no lo hacía, en función de la puja más alta, realizada por cualquier persona asistente al evento.
-Los Mayordomos eran los ayudantes del Inocente, que como distintivo vestían también blusón de marchante y su función era recaudatoria y la de atender a los músicos para que no les faltara una copilla de aguardiente que agilizara los dedos y aclarara las gargantas. También ofrecían un trago a los que realizaban las ofertas más generosas, a los que habían cantado bien o a los que con más gallardía se habían movido en la pista.
- Los músicos, personas del lugar diestras con las guitarras, los laudes, las bandurrias, los platillos y la pandereta, eran el elemento imprescindible del jolgorio, y normalmente cantaban al tiempo que tocaban sus instrumentos.
Los asistentes que tenían buena voz y alguna ocurrencia, se acercaban a los tocaores e improvisaban sus coplillas para risa de unos y, a veces, escarnio de otros y siempre para divertimento de casi todos.
 
MECÁNICA DEL BAILE
Los músicos, cuadrillas de ánimas,  tocaban malagueñas, el más lento de los ritmos, que se bailaba con suavidad y permitía el lucimiento de los danzantes. Raramente se tocaban parrandas, similares a las primeras pero algo más bruscas y saltarinas. También se tocaban, algunas que otras murcianas y sevillanas a las que se imprimía un ritmo muy rápido.
Este tipo de bailes no tenía pasos fijos  y la mujer  marcaba la coreografía que tenía que seguir su pareja. Era motivo de admiración y elogio que la dama liara (hiciera perder el ritmo) a su pareja  con mudanzas enrevesadas, vueltas, revueltas y cruces imposibles.
Cada estrofa era bailada, previa puja, por una pareja o un grupo de bailaores.
Todo el que quería bailar con una o varias personas o quería que otros lo hiciesen, le transmitía su oferta al Inocente, este, arrastrando la vara por el suelo y entre chanzas y mohines, anunciaba el nombre de los danzantes, quienes tenían que salir y colocarse al lado de los músicos con la pose adecuada para iniciar, unos sin pena y otros con gloria, los acompasados movimientos. Cuando iban a sacar el pie para empezar a bailar, era frecuente que  alguien pujara más alto para que se retiraran. En este caso, el primer pujador o abría un poco más su faltriquera o los danzantes se apartaban y dejaban su sitio a los siguientes. El ¨¡que se quiten…¡¨, o ¨¡ que se pongan…¡¨ se prolongaba hasta que uno de los enfrascados en la subasta se retiraba con menos dinero y más postín y el otro con el orgullo vapuleado y la bolsa intacta.
El que asistía al evento sabía que si alguien pagaba por él para que bailara, sólo tenía tres opciones: bailar, pagar por no hacerlo o abandonar el festejo. 
 
Quiero resaltar una curiosidad: los aplausos como homenaje son relativamente recientes en nuestro medio rural. Cuando alguien y según el argot de la zona, se sacudía bien las pulgas, en señal de reconocimiento, la gente se agolpaba en los alrededores de las improvisadas pistas de baile y vitoreaba a los que se movían con más gracia y pericia al grito de -¡Viva quien baila¡-. Este tipo de halagos también se dedicaba a los músicos y a los cantaores  con un -¡Viva quien toca¡- o -¡Viva quien canta¡- y a todos ellos se contestaba educadamente con un -¡Viva quien habla¡-.
Generalmente pujaban:
Los maridos para bailar con sus mujeres, los padres para que bailaran sus hijas, los novios para bailar con sus novias, los pretendientes para bailar con sus pretendidas a modo de declaración amorosa y los malasombras, siempre con buen humor y para animar el cotarro, para que bailaran juntos los novios que habían roto, los vecinos peleados, los solterones y solteronas con jovenzuelos, los que todos sabían que no sabían bailar e incluso las personas de avanzada  edad.
La puja para que no se bailara era una forma de sana competencia y para aumentar la recaudación, pero también había otras motivaciones menos nobles como: fastidiar al prójimo evitando el lucimiento de personas a las que se tenía ojeriza, los muchachos despechados importunaban de esta forma a sus rivales, los chicos que pugnaban por el amor de una misma chica demostraban su arrojo y hombría saliendo vencedores en la contienda y los que disfrutaban molestando al personal porque el mundo los hizo así.
 
LOS BAILES EN PALACÉS
Después de la preciosa Misa de gozo, acompañada por los mismos instrumentos que se utilizarían más tarde en el baile y por las voces de todos los asistentes, se iniciaba el baile en la puerta de la iglesia el día veinticinco de Diciembre. Por la noche continuaba en el salón de la escuela vieja y en casas particulares como la del tío Meregildo o el cortijo de la Loma.
En la postguerra las pujas oscilaban entre una y cinco pesetas y los organizadores eran:
-Inocente:  Frasquito el Cuco
-Mayordomos: Paco el Cachorro, Pedro el Rufino y Miguel el Culebro.

-Músicos: Agustín el Paperas con la guitarra, Agustín el de Ángeles  con el laúd, Francisco el Cuco con la pandereta y Andrés el de Manuela con los platillos.
-Cantaores: Rufina la Panseca, Agustín el Rufao, Juana la de Ramón, Elena la de Rufina y Agustín el de Ángeles.
- Mejores bilaores: Pepa la Rubia, María la de Ángeles, Rufina la Panseca, Juana la de Dolores, Luisa la Pinilla, Dolores la Panseca, Andrés el Rubio, y Agustín el de Ángeles.
Mi abuela Ángeles (nacida en 1893) me contaba la siguiente anécdota:
Cuando ella era pequeña, una noche en la que bailaba un paisano conocido como  ¨el Ronquío¨, hombre entrado en años y en kilos, uno de los asistentes gritó: -¡Viva quien baila¡-.  Ante el piropo se infló de satisfacción y reventó los cordones de los zaragueles que llevaba que cayeron al suelo dejando ver sus vergüenzas. Creo que el espectáculo provocó risas e hirió los ojos de los espectadores hasta muchos años después del incidente.
 
LOS BAILES EN LA ERMITA
Eran similares a los de Palacés, pero, a decir de mis informadores, se celebraban los días 26, 27 y 28 de diciembre y eran los más concurridos de la comarca.
Se formaban en la puerta de la iglesia y se prolongaban en la tarde noche hasta la una o las dos o incluso las tres de la mañana, en casas privadas como en la de José el cura, casa del Poniente, casa de las Chachas, cortijo de los Severos y cortijo de los Pinos. En 1947 ó 1948, todos los vecinos del barrio con su trabajo y aportación económica, construyeron un salón anexo a la ermita y desde ésa fecha se organizaron en él, hasta el último que tuvo lugar en Diciembre de 1963.
Desde 1939 a 1963, las pujas cambiaron desde un mínimo de una peseta hasta un máximo de cincuenta pesetas (Desde 0,5 a 30 céntimos de euro).
Los organizadores eran:
-Inocente: El tío Juan el de Rosa,  una celebridad en estas lides. Con su complexión menuda, su actitud pausada y su voz aflautada y un atuendo compuesto por blusón y zaragueles realizados con telas multicolores al igual que el sombrero y su vara reglamentaria, hacían de su actuación todo un espectáculo.(Sustituía la vara por un sable cuando subastaba las especies donadas a la cuadrilla de Ánimas).
-Músicos:  Diego el del Paraor, Salvador y Blas de Juana la Yesera, el Voltete y Pedro López con la guitarra, Diego el del Paraor y José el Pardo la bandurria, Miguel Navarro la pandereta y los platillos y Paco Díaz la pandereta.
-Cantaores: El Tremendo, el Voltete, Concha la de Miguel Navarro, María la de Encarnación y María la de Ana Dolores
-Mejores bailaores: José el  Pardo, Paco Díaz, Jerónima la de Juandíaz y Frasquito el de Alonso y su madre.
Confieso que esta anécdota me la dijeron mis tías en secreto, pero como me parece bonita la voy a contar: Baltasar el Comunista, novio en aquel momento por presiones familiares de una muchacha y enamorado de otra, dio en secreto a Paco Díaz dinero con instrucciones precisas. Cuando Paco pujó para que bailaran juntos  Baltasar y su amada Mariquita, lo hicieron con tantas ganas y tanta gracia que pusieron a la gente en pie.
Otra anécdota famosa sucedió cuando: un pretendiente al que detestaba, pujó para bailar con Trinidad Pardo. Ésta, mujer divertida donde las hubiera  y que no se pensaba las cosas dos veces, saltó por la muralla de la ermita de unos dos metros de altura huyendo de la quema, y puestos en jolgorio, saltaron detrás de ella el tío Juan el de Rosa y Gaspar el Colorín. 
 
Después improvisaron esta coplilla en el baile:
Se tiró la moza por la muralla
porque no quería bailar,
el tío Juan el de Rosa
y Gaspar el Colorín detrás.

El Tremendo dedicó ésta a su mujer:
Yo se lo dije a la Hilaria
que venía de lavar
y me dijo la puñetera
¡qué fresca me quiés pillar¡

De Jerónima la de Juandíaz:
Unos no querían venir
Y a otros les daba vergüenza
pero hemos formao cuadrilla
la gente de los Ballestas.

Otras coplillas de Palacés
De Pedro el Quiles:
Entre Palacés  y la Ermita
hay un acuerdo tomado
y es que pase lo que pase,
siempre serán como hermanos.

Anónima:
Entre naranjos y azahar
y la flor de la ciruela,
hay una joya preciosa
que es la soledad de Overa.

Anónima:
Ni los dorados trigales
ni las rojas amapolas,
se comparan en belleza
con María Auxiliadora.

Anónima
En el barranco el Madroño
hay una calabacera
que le llegan los ramales
a la puerta de mi suegra
y se le ha enroscao en el moño.

Escribo este relato como homenaje a las personas que aparecen en él y a las que debido a mi desconocimiento no menciono, a nuestros antepasados en general  y  sobre todo a mis maravillosos padres Jerónima Díaz Sánchez (la de Juandíaz) y Agustín Bonillo Pérez (el de Ángeles), porque a pesar de las estrecheces económicas, sociales y políticas, todos ellos fueron capaces de dejarnos el maravilloso legado de la alegría de vivir con ingenio y  generosidad.
 
Termino con una coplilla que cantaba mi padre, que nos da idea de la fraternidad entre las gentes de los dos lados del rio:
Vivan Palacés, Zurgena,
La Ermita y Almajalejo,
Santa Bárbara y los Menas
Y también el Corral viejo.

AGRADECIMIENTOS:
Mi gratitud para Dolores Quiles Bernal, quien a pesar de los pesares, conserva su buena memoria, su amabilidad, su buen humor  y un gran cariño por mí que es recíproco.
Va también mi cariño para mis dos hermanas mayores: mis tías Isabel y Juana Díaz Sánchez y como no, para mis tíos Miguel García Parra y Pedro López Perales.
Sin la paciencia y la información de todos ellos, no hubiera sido posible este relato.

Bibliografía:
Gaceta de Antropología – Fiestas y cofradías de Inocentes y Ánimas de Granada. Análisis de las fiestas de Granada  de D. Demetrio  E. Brisset Martín, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga


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