jueves, 25 de septiembre de 2014

A LA ROMERÍA DE SAN MIGUEL, RECORDANDO EL PASADO MEMORABLE DE NUESTRA TIERRA. Por Salvador Navarro.




San Miguel plumífero

con alas de ángel,

de espada,  flamígero;

capitán, arcángel

triunfador del Infierno

a Lucifer ganaste.

Protege a este pueblo

de todos los males;

procúrale el cielo

donde tú llegaste.

Recibe gustoso

la oración sincera

que hoy jubiloso

el pueblo, de fiesta

reza en tu rocoso

cerro y su ladera,

San Miguel glorioso,

protector de Overa.



    No teníamos tele en color. Mucho menos íbamos a tener teléfono móvil (que empezó llamándose portátil, con toda la lógica del mundo porque no era fijo), que llegó treinta años después de nuestra historia. La televisión ya era un lujo en blanco y negro, y, como todo lo nuevo, llegaba con cuentagotas. Primero, como señuelo, atractivo para captar clientes en el negocio de la “hostelería” de mi tierra: los cuatro bares que había entonces. 
 
LA TELEVISIÓN ERA UN  INVENTO FANTÁSTICO QUE CAMBIÓ LAS DIVERSIONES TRADICIONALES

Como había sucedido en otros momentos, el pionero en esta ocasión fue Guillermo el de la Lola (antes, había montado una bodega con varios toneles enormes de no menos de doscientos litros cada uno. de distintos vinos de Jumilla, que junto al “anís Castellana”, el coñac “Centenario Terry” con su malla dorada o algún otro de marca común y algunos otros licores como el “licor 43” daban alegría al pequeño casino-taberna  donde el truco, la brisca, el “subastao” o la siete y media se mezclaban con algún que otro juego inocente para menores como los rascueles o el cinquillo). También se había adelantado a otros empresarios introduciendo aquellas emisiones casi radiofónicas por medio del pick up Philips aquel tan potente de altavoz que se enteraban hasta en Los Navarros de que el baile iba a empezar, cuando oían a Luisa Linares y Los Galindos cantar “Hay quien dice de Jaén”, o a Gloria Laso cantando “Me voy pa´l pueblo”). Pero fallaba la  infraestructura repetidora de señal de televisión. El famoso “poste de Cantoria” era poco potente y la señal débil, interrumpida demasiado frecuentemente o nula. ¡Menudo trajín había que mantener con la antena…!
LAS SERIES NOS ENCANTABAN Y SEGUIAMOS CON FERVOR SUS EPISODIOS
      La mayor ilusión de los jóvenes aficionados al fútbol era ver el partido del domingo, uno sólo a la semana  que se transmitía por la primera cadena de televisión española, la única que se podía ver aquí. La UHF vino años después; en realidad vino tarde, mal y nunca, porque cuando llegó ya se llamó la segunda cadena.

    No conocíamos la televisión en color. Y cuando en 1968  emigré a París y descubrí en el escaparate de una  tienda del ramo de los Campos Elíseos un televisor emitiendo un partido de fútbol como se veía en la realidad, soñé con tener algún día uno. ¡Qué lejos quedaba en el futuro el ADSL en Internet, Facebook, Twiter y demás…! Aquí nos conformaríamos durante unos años más, con añadirle un papel de celofán coloreado pegado a la pantalla del televisor en blanco y negro, e imaginarnos que veíamos las cosas en color.

LA FAMOSA CARTA DE AJUSTE QUE FRECUENTEMENTE APARECÍA ANTE LAS TEMIDAS AVERÍAS

    No era sólo el fútbol lo que nos entretenía. Comenzaron las series de la industria televisiva americana. Más que ninguna, triunfó la del viernes: “Bonanza”, ahora cómicamente recordada por Chiquito de la Calzada. Y nadie se perdía la gala “Noche del Sábado” con Laura Valenzuela y Joaquín Prats, donde actuaban diversos artistas: músicos puros y cantantes (aunque en esta faceta del arte, triunfaba entre los jóvenes “Escala en HiFi”, casi siempre incluídas actuaciones de doblaje en play back), malabaristas, inocentes payasos y otras atracciones de show. Hasta el teatro clásico español de “Estudio Uno”, que comenzó más tarde, era visto con expectación, aunque no siempre nos enterábamos del argumento o del texto. Los mayores procuraban estar atentos al telediario de aquellos mitos de la comunicación como Matías Prats, David Cubedo o Jesús Álvarez,  hasta el último noticiario con el cierre de la emisión a eso de las doce con el himno nacional y el “gloriosos caídos por Dios y por España”, obligatorio del momento. 
LA MOBYLETTE VINO A POPULARIZAR LAS MOTOS

     Por entonces, ya contemplábamos con frecuencia en el cielo de Overa (¡casi nada, aquello de que, desde nuestra aldea, se pudieran ver artefactos de la importancia de aquéllos…!) el paso de los primeros satélites artificiales (recuerdo el primer Sputnik puesto en órbita por los rusos y la fortísima impresión que nos producía a mi padre y a mí distinguirlo en el verano de 1957, y el misterio que suponía saber que aquel artilugio permanecería describiendo órbitas alrededor de la Tierra, sin caerse; vamos, como la Luna, ¡nada menos!). Poco tiempo después de esos enormes impulsos tecnológicos dos jóvenes de diecisiete o dieciocho años recorrían  los caminos pedregosos, entre paradas frecuentes de aquella máquina e intentos de arranque, a lomos de una mobylette azul de segunda mano, los cuatro bares que en la época habían instalado la televisión como reclamo de clientes, tratando inútilmente de ver los partidos de fútbol del campeonato mundial celebrado en Inglaterra en 1966, pues la señal que se recibía en la zona era tan mala que los titulares de aquellos establecimientos pasaban el tiempo tratando de sintonizar los aparatos receptores, sin resultado positivo. Lo máximo que conseguían era que se viera algún fragmento del tiempo de juego, de manera fugaz, entrecortado con largas pausas de una especie de niebla o señal borrosa, gracias a lo cual, el espectador, que orientaba a quien manipulaba el aparato desde la parte posterior (“¡Ahora se ve…! Ahora no…”), podía imaginarse el desarrollo del juego entre alguna imagen de Manolo Sanchís con las medias bajadas, la de Franz Beckenbauer regateando juncal y elegante (actitud que no abandonaba ni con el brazo en cabestrillo como le ocurrió después de estos mundiales), o la de Bobby Charlton rematando con su temprana cabeza calva un centro lanzado por John Connelly. 
 
EL EQUIPO INGLÉS PASEA EL TROFEO ENTRE LA POLÉMICA DE SU GOL FANTASMA...

Iban del bar de Guillermo al de Juan el “Zurgenero”, o a la Venta;  luego al de Miguel el” Granaero”; o al de Beatriz la “Colorina”,  en “aquel lao”, si en esta parte del río no se veía nada. Todo inútil, a pesar de los esfuerzos de los técnicos. Compensaba el esfuerzo de aquel tour por etapas el sabor de la pipirrana o de la cerveza (no, las cervezas; sino una que, a lo sumo, tomaríamos para hacer gasto y justificar la permanencia en el local y el desgaste de silla). La mayor parte de las veces, ni eso. Bastaban unas pipas o unos garbanzos “torraos” con “arvellanas” (cacahuetes) bien saladas que dejaban la lengua y el interior de los labios erosionados, casi a punto de sangrar. Las cáscaras o vainas de estos “frutos secos” iban directamente al suelo y nadie reparaba en ello, pues, a falta de papeleras –que vendrían mucho más tarde y que todavía no se han implantado totalmente-, su destino aquel era el lógico: ¡¿dónde las ibas a echar…?! Pues ¡al suelo…!
EL SATELITE QUE TODOS BUSCABAMOS EN LOS CIELOS DE OVERA...

        A falta de imagen visual, disfrutábamos de la narración técnico-deportiva de Matías Prats el Viejo, que amenizaba aquella emisión de neblina desde el Reino Unido lejano, con profusión de metáforas y referencias familiares de los jugadores: desde la flecha  asturiana Paco Gento arrancando en la banda, driblando a los oponentes, hasta el punto de córner y haciendo un centro prodigioso para que remataran  el gallego Amancio o el atlético Luis Peiró; hasta el sevillista Luis del Sol, distribuyendo el juego en el centro del campo con mucha seguridad y eficacia. 
GENTO, UNO DE LOS GRANDES ÍDOLOS DE NUESTRA INFANCIA

      En uno de aquellos “locales de ocio” vimos más o menos completa la final en Wembley del campeonato, entre Inglaterra y Alemania Federal; no la otra, la República Democrática, que destacaba en otros deportes, curiosamente menos de equipo, más individuales, a pesar de ser comunista. Y como la relación entre el bloque soviético y los alemanes del oeste no era la ideal en esta época de guerra fría, pues se entiende que en la situación creada con motivo de un disparo a meta hecho por los ingleses y que tras dar en el larguero tocó en la línea de gol comprobándose posteriormente  que no había entrado el balón, y, consultado el linier de nacionalidad rusa si había entrado o no, dijo levantando la cabeza con un gesto soberbio y rotundo “Sí, ha entrado”, y claro, esto, dicho a escasos minutos del final facilitó la victoria por cuatro a dos de los ingleses y el total enfado de los Beckenbauer, Overat, Haller, etc, después de haber ido empatando dos a dos, hasta el gol fantasma.

     Fue el torneo en el que destacó especialmente Eusebio Barbosa (recientemente fallecido), máximo goleador del campeonato, jugador del Benfica de Portugal, rival del Real Madrid, del Barcelona, de la Juventus de Turín, del Paritzan de Belgrado, o del Anderlech belga.

     Y tuvo anécdotas como la desaparición de la copa del mundo (copa Jules Rimet), que fue hallada casi accidentalmente por un perro, aunque no por Scotland Yard. ¡Y querían los escoceses independizarse…!
EUSEBIO, BOTA DE ORO, MARCANDO UN GOL EN EL MUNDIAL DE INGLATERRA 1966

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