El cerro de San Miguel, atalaya a través de los tiempos. |
EVOCACIÓN DEL NACIMIENTO DE ROMA Y SUS SIETE COLINAS.
Cinco barrios, cinco rosas,
cinco
cerros, montes o colinas
rocosas,
insignes hitos geográficos
vivos
de historia sencilla, gloria
y olvido:
Cerro de Santa Bárbara, el
castillo;
Santa Bárbara rigen de nuestra querida Overa |
de San Miguel flamígero,
roquedo;
Sierrecica, la brava y montuosa;
de La Concepción, colinas
undosas;
monte del Peñascal,
desfiladero
a sus pies, frente al
castillo señero
que vio en nuestro Tíber
guerrero
derrotar las huestes del
berebero.
Y a la vista de todos,
presidiendo,
La Tetica, cumbre del valle
nuestro
De Bacares, nevada el mes de
enero.
Entre ellos vivimos, por
ellos muero
y a ellos les dedico versos
sinceros.
Honrados hijos de esta amada
tierra
rústica y cívica a la vez,
Overa:
Mirad la hermosa, mítica
doncella
que tuvo a bien dar la luz
primera
a vuestros ojos en la cuna
tierna.
Arca de Noé del Ararat monte
alojó en su seno riquezas
enormes,
pintoresca fauna acompañó al
hombre.
Para estar aquí, cruzaron el
orbe
dulces palomas de la tierra
armenia
laudinas voladoras de ribera
que hablaban del final de
algún diluvio,
veloces, potentes, blancos centauros,
briosos corceles, soberbios
caballos
llevando a su grupa mancebos
hidalgos
cabalgando en noches de
plenilunio;
équidos otros también, más
modestos
de porte, figura, elegancia y
fuerza:
los mulos y burras de arar la
tierra,
sencillos, humildes, de lucha
y de briega.
Palomas de Overa, orgullosas y bellas... |
Ícaros,
gavilanes de otra era
que oteaban agudos los
polluelos
de la incipiente granja de la
llueca,
a quien le robaron prole primera
entre maldiciones, quejas y
duelos
de las abnegadas mujeres
buenas.
Cantautoras chicharras de una
oda
al ardiente calor del duro
estío,
adheridas y ocultas con
sigilo
a una grisácea rama oscura y
rota.
Polícromos jilgueros de las
ovas
que cayeron cazados por las
sombras
cuando su sed saciaban en el
río,
y alegraron melódicos las
horas
en las casas, sembrados y
caminos.
Gorriones descarados de los
trigos
que hurtaron cosecha
trabajosa
a dignos labradores tan
sufridos,
en horas de descanso merecido
tras jornada de sol a sol
penosa.
Perdices comedoras en
bandada,
protegiendo a sus jóvenes
hijuelos
de quienes iban a “correr los
pollos”,
cuando ávidos de caza los
batieron,
muchachos que a tal presa
persiguieron.
Bucólicos corderos de odisea,
sutil y áurea lana de rebaños,
vellón o vellocino de otra
Argos
que pastores muy diestros
tripularon,
de esquila artísticamente
labrada
con increíbles férricas
tijeras.
Blancos calostros de rumiante
cabra,
sabor exquisito, dulce bocado
hurtado al choto cuando es
ordeñada
su madre, que en las ubres
guarda
fino tesoro, manjar codiciado.
Chapetas
y caracoles serranos
que al son de la lluvia salen
bailando
la danza maldita del
condenado
a muerte de hambre o, aún
vivo, guisado
y a fuego lento después
cocinado,
servido en la mesa y muy
celebrado,
andan confiados en días de
verano
porque nunca llueve a esa
altura de año;
…hasta que una nube el campo ha
mojado
y van a pasear tranquilos y
guapos,
hallando esta vez que el fin
ha llegado
cuando al “cachulero” han
sido invitados
por extraño amigo, el rapaz
humano.
Saltamontes, alangostos en
jerga
ante la amenaza de ser fácil
presa
de cruel infante aprendiz de fiera
que descoyunta sus miembros y aterra,
abren las alas batiendo con
fuerza
y buscan a ver si alguien les
libera
y les pone a salvo de tan vil
miseria.
La gris liebre y el conejo
roedor
al mínimo ruido de brizna de
hierba
le dan pistas ciertas al
cazador
y suena dos veces un ¡pum! matador
dejando aturdida a la pobre presa,
que ríe agradecida a la escopeta
por negar tal premio al predador.
El rastro, no obstante, han regalado
al podenco, mastín o perro galgo,
que se lanzan raudos en acto reflejo
a la carrera a muerte, jadeando,
mientras su dueño observa perplejo
y la escena disfruta contemplando.
Nocturno escalador de gallinero,
el zorro mil gallinas ha robado
impunemente desde tiempo viejo;
por desgracia sus días han terminado
cazado y exhibido por el campo
donde tantas batallas ha librado;
su feliz captor, será compensado
Con donativos de los ciudadanos
reconocidos de haber liberado
del fiero enemigo al vecindario.
Negra, soberbia pareja de grajos
grazna el nombre del padre de ambos
cuando unos pillos le han preguntado
“¿Cómo se llama tu padre?”. “Juan, Juan”,
con media lengua les han contestado;
y siguen, majestuosos, volando
con ritmo potente, lento, pausado.
Suena el agudo gruñir de la piara
que alza las patas en la tapia baja
pidiendo alimento a la hora exacta.
Ve feliz crecer los cerdos el dueño
y sueña con la próxima matanza
o en la venta que hará del pobre cerdo.
La oliva comen tordos y zorzales
mientras los cepos amenazan tensos
bien disimulados por los zagales
en la “contra” dispuesta a tal efecto,
a muy corta distancia desde el suelo
hasta la vista de estos animales.
Alguno de ellos ha caído en la trampa
pero la mayoría han salido ilesos.
Puede que en la noche fría de viento
sean sorprendidos y caído presos
en poder del hombre hábil que caza.
Los bueyes del Carmen van enojados
porque los niños les han molestado.
Tiran de la carreta indiferentes;
No son agresivos, son imponentes,
y, uncidos al ubio, se ven impotentes.
Como si de lidia fueran morlacos
se oye el estribillo de los muchachos:
“Bao,bao, tírate a lo colorao;
a lo negro, no, que está envenenao”
Un gato blanco y negro ágil escala
tras un pájaro el tronco de la parra.
Algunas breves plumas le ha arrancado
pero, torpe, ha perdido la batalla;
y baja triste, rápido, ofuscado;
se tumba en un rincón, medita y calla.
espera que lleguen de la cocina
los olores del guiso o del pescado,
a ver si de éste logra alguna espina
o sobras del magnífico guisado.
Luciérnaga fulgente ha aparecido
en medio del camino en noche oscura.
No sabe el caminante qué destino
persigue esta minúscula criatura,
qué come, qué hace, adónde va.
Le inquieta esa luz con que se alumbra;
la mira atentamente y no es capaz
de entender tal prodigio y luz tan pura.
El grillo ha disputado a la chicharra
el premio del verano a la canción
melódica o reiterativa.
La rana ha mediado como experta
y ha otorgado de forma inapelable
el primer puesto al grillo, que domina
tanto a coro así como solista
la música nocturna veraniega,
y además muchos pasos de baile,
amén de los rasgueos de guitarra;
Y, si le apuran, toca el xilofón.
Una avispa iracunda ha arremetido
contra una pobre oveja descarriada
El insecto en el morro le ha picado.
Moviendo la cabeza va la ovina
corriendo como loca al descampado
en busca de pastor veterinario,
pidiendo algún remedio, una aspirina
que baje la hinchazón que le han causado
y alivie su dolor en algún grado.
Despreciables moscas de los calores,
impertinentes, sucias y tozudas,
molestas, inútiles y peludas;
amigas de todos malos olores.
Moscas de primaveras y veranos,
parientes de mosquitos, sus hermanos,
incordiantes, agresivos, enanos,
causa de picaduras y escozores;
sorbiéronle la sangre a los
humanos
e hicieron gran ruido y mil diabluras.
©Salvador Navarro
Fernández.
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