INTRODUCCIÓN
El culto cristiano a las Ánimas o
Fieles Difuntos comenzó a celebrarse en el siglo V,
pero no sería hasta el siglo VII cuando
debió ser ya una fiesta de cierta importancia en España que se celebraba el 8
de Enero, día de los Santos Inocentes.(En el calendario mozárabe de Córdoba,
del siglo X, aparece duplicada la celebración, conmemorándose tanto el 29 de diciembre como el 8 de enero).
En torno a esta liturgia se
constituyeron las Hermandades de Ánimas, siendo de las más antiguas la de Las Pedroñeras (Cuenca), fundada en el siglo XIV y la Cofradía de Nuestra Señora de
los Inocentes y de los Desamparados de
Valencia, fundada en los primeros años del siglo XV.
En Granada, la Hermandad de
Corpus Cristi, Ánimas y Misericordia llegó con los Reyes Católicos, a finales
del siglo XV. Es bastante lógico pensar que en el Norte de Almería, Albacete y
Murcia, lo hicieran también a lo largo del siglo XVI.
La
hermandad granadina tenía entre otras funciones la hospitalaria y la
¨Imperial Universidad de Granada¨, celebraba las fiestas de San
Nicolás de Bariel 6 de diciembre, día en el que los estudiantes elegían a ¨su obispo¨ el cual tenía silla junto al altar del Santo.
Su dignidad duraba hasta el día de los Inocentes, en el que vestido de
pontifical asistía a los oficios divinos y donde el arzobispo de Granada, Señor
Talavera, actuaba de camarero del falso obispo.
La ¨Consuetaque¨ que regula las
ceremonias de la catedral granadina, refiriéndose a estos personajes recoge lo
siguiente: “…hacen todos sus oficios
cuerda y devotamente, sin que con ello haya burla, ni chufla ni deshonestidad
alguna”.
Esta costumbre fue prohibida en 1526,
pero debió perdurar, parodiada por el pueblo llano en sus festejos, sobre todo
en el medio rural donde se modificaría y adaptaría a cada localidad.
Esta es la referencia histórica
más antigua y clara que he encontrado entre
Inocentes y bailes de Ánimas, a los que dedicaré este relato.
En Gran Bretaña, en algunas
ciudades españolas y en casi toda Europa continental, se sigue practicando la
tradición medieval de entronizar a un obispo-niño el día de San Nicolás hasta
el 28 de diciembre, día de los Inocentes.
En el siglo XVII, los
franciscanos en el Levante, Murcia, norte de Almería y Granada, impulsaron con
fuerza el culto al Purgatorio y al Infierno, en torno al cual debieron
proliferar las Hermandades de Ánimas y surgir las Cuadrillas del mismo nombre,
para cantar en las misas y pedir el aguilando en dinero y en especies que
posteriormente se subastaban, con el fin de atender los gastos de misas,
mantenimiento de iglesias, ermitas y festejos.
En el siglo XVIII hubo una
denuncia del párroco del pueblo alpujarreño de Órgiva, ante la Real
Chancillería de Granada por ¨Los
crímenes, ofensas y delitos, cometidos por el pernicioso abuso de las varas de
Inocentes en las Pascuas¨.
En el proceso quedó establecido
el doble uso, sufragar gastos de iglesia y fiestas, con las limosnas recaudadas
por los inocentes por medio de bailes,
pujas, encierros en la cárcel, bromas de Inocentes o subastas.
LOS BAILES DE ÁNIMAS
Apenas si tengo memoria de esta
tradición, tristemente desaparecida de nuestro bagaje cultural desde los años
sesenta. Me refiero concretamente a los
bailes de Ánimas en Palacés y en la
Ermita de la Concepción.
Se celebraban en muchos pueblos y
aldeas de la zona del bajo Almanzora en los que hubiera una iglesia o una
ermita tales como Zurgena, Los Menas o Santa Bárbara. Sólo he podido obtener
información de los realizados en las
localidades mencionadas a través de personas, que por su edad, los han
vivido en pleno auge.
Se organizaban los días 25, 26 y 27 de
Diciembre en Palacés y 26, 27 y 28 de Diciembre en la Ermita de la Concepción.
Eran todo un acontecimiento
social que se iniciaba, terminada la misa, en la puerta de la iglesia y se
prolongaba después de cenar en casas particulares, en escuelas y en salones
parroquiales.
Aunque el objetivo último de esta
fiesta era la recaudación de dinero para sufragar los gastos de fiestas y de
iglesia, eran también una forma de disfrutar con alegría de unos días
de esparcimiento, en los que participaban por igual mayores y pequeños.
La Navidad era una fecha
importante porque, aparte del
sentimiento religioso tan presente en épocas pasadas, el invierno era la época
del año en la que las labores del campo eran escasas; las cámaras estaban
llenas de productos de la matanza y las despensas de mantecados, rollos, galletas y sobaos. La
gente con poco trabajo y los paladares agradecidos, podía entregarse con el
mismo ardor, tanto a la devoción como a la parranda.
Estas agradables celebraciones,
presentaban una magnífica oportunidad para reunirse con amigos y familiares en
torno a la fiesta y a la mesa, encontrar novio o novia, formalizar relaciones
amorosas, confraternizar con vecinos y desconocidos e incluso soportar con buen
ánimo a los metepatas, siempre presentes en cualquier comunidad.
Se lucían las mejores galas y
pelendengues en una clara demostración de prosperidad, muy útil a la hora de
que muchachos y muchachas encontraran un
buen partido con la aprobación de futuros suegros.
Los jóvenes con trajes y
zapatos nuevos, estaban más guapos que
nunca porque, a la lozanía de la juventud, había que añadir un parámetro de
belleza de épocas pasadas: Los rostros aclarados del sol del verano. Las
muchachas obligadamente recatadas por educación y por su carabina y los chicos
listos para aprovechar cualquier descuido de la misma.
ORGANIZADORES DEL BAILE DE ÁNIMAS: INOCENTE, MAYORDOMOS Y
MÚSICOS.
-La mayor autoridad en el sarao
era ostentada por el Inocente. Este
personaje fundamental del baile de ánimas, lo representaba un hombre
carismático y con gracejo de la localidad, que
vestido de forma estrafalaria, parodiaba la jerarquía de un obispo o un
juez con su blusón de marchante a modo
de casulla o de toga, un sombrero por mitra, tan raro como raro fuese su
portador y una vara, a modo de báculo o bastón de mando.
Era el Inocente el que, en medio
de piruetas, frases ingeniosas y blandiendo su garrote, se encargaba de parar
la música o reanudarla y de disponer quien bailaba o quien no lo hacía, en
función de la puja más alta, realizada por cualquier persona asistente al
evento.
-Los Mayordomos eran los ayudantes del Inocente, que como distintivo
vestían también blusón de marchante y su función era recaudatoria y la de
atender a los músicos para que no les faltara una copilla de aguardiente que
agilizara los dedos y aclarara las gargantas. También ofrecían un trago a los
que realizaban las ofertas más generosas, a los que habían cantado bien o a los
que con más gallardía se habían movido en la pista.
- Los músicos, personas del lugar diestras con las guitarras, los laudes,
las bandurrias, los platillos y la pandereta, eran el elemento imprescindible
del jolgorio, y normalmente cantaban al tiempo que tocaban sus instrumentos.
Los asistentes que tenían buena
voz y alguna ocurrencia, se acercaban a los tocaores e improvisaban sus
coplillas para risa de unos y, a veces, escarnio de otros y siempre para
divertimento de casi todos.
MECÁNICA DEL BAILE
Los músicos, cuadrillas de ánimas,
tocaban malagueñas, el más lento de los ritmos, que se bailaba con
suavidad y permitía el lucimiento de los danzantes. Raramente se tocaban
parrandas, similares a las primeras pero algo más bruscas y saltarinas. También
se tocaban, algunas que otras murcianas y sevillanas a las que se imprimía un
ritmo muy rápido.
Este tipo de bailes no tenía
pasos fijos y la mujer marcaba la coreografía que tenía que seguir
su pareja. Era motivo de admiración y elogio que la dama liara (hiciera perder el ritmo) a su pareja con mudanzas enrevesadas, vueltas, revueltas
y cruces imposibles.
Cada estrofa era bailada, previa
puja, por una pareja o un grupo de bailaores.
Todo el que quería bailar con una
o varias personas o quería que otros lo hiciesen, le transmitía su oferta al
Inocente, este, arrastrando la vara por el suelo y entre chanzas y mohines,
anunciaba el nombre de los danzantes, quienes tenían que salir y colocarse al
lado de los músicos con la pose adecuada para iniciar, unos sin pena y otros
con gloria, los acompasados movimientos. Cuando iban a sacar el pie para empezar
a bailar, era frecuente que alguien
pujara más alto para que se retiraran. En este caso, el primer pujador o abría
un poco más su faltriquera o los danzantes se apartaban y dejaban su sitio a
los siguientes. El ¨¡que se quiten…¡¨, o ¨¡ que se pongan…¡¨ se prolongaba
hasta que uno de los enfrascados en la subasta se retiraba con menos dinero y
más postín y el otro con el orgullo vapuleado y la bolsa intacta.
El que asistía al evento sabía
que si alguien pagaba por él para que bailara, sólo tenía tres opciones:
bailar, pagar por no hacerlo o abandonar el festejo.
Quiero resaltar una curiosidad:
los aplausos como homenaje son relativamente recientes en nuestro medio rural.
Cuando alguien y según el argot de la zona, se
sacudía bien las pulgas, en señal de reconocimiento, la gente se agolpaba
en los alrededores de las improvisadas pistas de baile y vitoreaba a los que se
movían con más gracia y pericia al grito de -¡Viva
quien baila¡-. Este tipo de halagos también se dedicaba a los músicos y a
los cantaores con un -¡Viva quien toca¡- o -¡Viva quien canta¡- y a todos ellos se
contestaba educadamente con un -¡Viva
quien habla¡-.
Generalmente pujaban:
Los maridos para bailar con sus
mujeres, los padres para que bailaran sus hijas, los novios para bailar con sus
novias, los pretendientes para bailar con sus pretendidas a modo de declaración
amorosa y los malasombras, siempre con buen humor y para animar el cotarro,
para que bailaran juntos los novios que habían roto, los vecinos peleados, los
solterones y solteronas con jovenzuelos, los que todos sabían que no sabían
bailar e incluso las personas de avanzada
edad.
La puja para que no se bailara
era una forma de sana competencia y para aumentar la recaudación, pero también
había otras motivaciones menos nobles como: fastidiar al prójimo evitando el
lucimiento de personas a las que se tenía ojeriza, los muchachos despechados
importunaban de esta forma a sus rivales, los chicos que pugnaban por el amor
de una misma chica demostraban su arrojo y hombría saliendo vencedores en la
contienda y los que disfrutaban molestando al personal porque el mundo los hizo
así.
LOS BAILES EN PALACÉS
Después de la preciosa Misa de gozo, acompañada por los mismos
instrumentos que se utilizarían más tarde en el baile y por las voces de todos
los asistentes, se iniciaba el baile en la puerta de la iglesia el día
veinticinco de Diciembre. Por la noche continuaba en el salón de la escuela
vieja y en casas particulares como la del tío Meregildo o el cortijo de la
Loma.
En la postguerra las pujas
oscilaban entre una y cinco pesetas y los organizadores eran:
-Inocente:
Frasquito el Cuco
-Mayordomos: Paco
el Cachorro, Pedro el Rufino y Miguel el Culebro.
-Músicos: Agustín el Paperas
con la guitarra, Agustín el de Ángeles
con el laúd, Francisco el Cuco con la pandereta y Andrés el de Manuela con
los platillos.
-Cantaores: Rufina
la Panseca, Agustín el Rufao, Juana la de Ramón, Elena la de Rufina y Agustín
el de Ángeles.
- Mejores bilaores: Pepa
la Rubia, María la de Ángeles, Rufina la Panseca, Juana la de Dolores, Luisa la
Pinilla, Dolores la Panseca, Andrés el Rubio, y Agustín el de Ángeles.
Mi abuela Ángeles (nacida en
1893) me contaba la siguiente anécdota:
Cuando ella era pequeña, una
noche en la que bailaba un paisano conocido como ¨el Ronquío¨, hombre entrado en años y en
kilos, uno de los asistentes gritó: -¡Viva
quien baila¡-. Ante el piropo se
infló de satisfacción y reventó los cordones de los zaragueles que llevaba que
cayeron al suelo dejando ver sus vergüenzas. Creo que el espectáculo provocó
risas e hirió los ojos de los espectadores hasta muchos años después del
incidente.
LOS BAILES EN LA
ERMITA
Eran similares a los de Palacés,
pero, a decir de mis informadores, se celebraban los días 26, 27 y 28 de
diciembre y eran los más concurridos de la comarca.
Se formaban en la puerta de la
iglesia y se prolongaban en la tarde noche hasta la una o las dos o incluso las
tres de la mañana, en casas privadas como en la de José el cura, casa del
Poniente, casa de las Chachas, cortijo de los Severos y cortijo de los Pinos.
En 1947 ó 1948, todos los vecinos del barrio con su trabajo y aportación
económica, construyeron un salón anexo a la ermita y desde ésa fecha se
organizaron en él, hasta el último que tuvo lugar en Diciembre de 1963.
Desde 1939 a 1963, las pujas
cambiaron desde un mínimo de una peseta hasta un máximo de cincuenta pesetas
(Desde 0,5 a 30 céntimos de euro).
Los organizadores eran:
-Inocente: El
tío Juan el de Rosa, una celebridad en
estas lides. Con su complexión menuda, su actitud pausada y su voz aflautada y
un atuendo compuesto por blusón y zaragueles realizados con telas multicolores
al igual que el sombrero y su vara reglamentaria, hacían de su actuación todo
un espectáculo.(Sustituía la vara por un sable cuando subastaba las especies
donadas a la cuadrilla de Ánimas).
-Músicos: Diego
el del Paraor, Salvador y Blas de Juana la Yesera, el Voltete y Pedro López con
la guitarra, Diego el del Paraor y José el Pardo la bandurria, Miguel Navarro la
pandereta y los platillos y Paco Díaz la pandereta.
-Cantaores: El
Tremendo, el Voltete, Concha la de Miguel Navarro, María la de Encarnación y
María la de Ana Dolores
-Mejores bailaores: José
el Pardo, Paco Díaz, Jerónima la de
Juandíaz y Frasquito el de Alonso y su madre.
Confieso que esta anécdota me la
dijeron mis tías en secreto, pero como me parece bonita la voy a contar:
Baltasar el Comunista, novio en aquel momento por presiones familiares de una
muchacha y enamorado de otra, dio en secreto a Paco Díaz dinero con instrucciones
precisas. Cuando Paco pujó para que bailaran juntos Baltasar y su amada Mariquita, lo hicieron
con tantas ganas y tanta gracia que pusieron a la gente en pie.
Otra anécdota famosa sucedió
cuando: un pretendiente al que detestaba, pujó para bailar con Trinidad
Pardo. Ésta, mujer divertida donde las hubiera
y que no se pensaba las cosas dos veces, saltó por la muralla de la
ermita de unos dos metros de altura huyendo de la quema, y puestos en jolgorio,
saltaron detrás de ella el tío Juan el de Rosa y Gaspar el Colorín.
Después improvisaron esta coplilla en el baile:
Se tiró la moza por la muralla
porque no quería bailar,
el tío Juan el de Rosa
y Gaspar el Colorín detrás.
El Tremendo
dedicó ésta a su mujer:
Yo se lo dije a la Hilaria
que venía de lavar
y me dijo la puñetera
¡qué fresca me quiés pillar¡
De Jerónima
la de Juandíaz:
Unos no querían venir
Y a otros les daba vergüenza
pero hemos formao cuadrilla
la gente de los Ballestas.
De Pedro el
Quiles:
Entre Palacés y la Ermita
hay un acuerdo tomado
y es que pase lo que pase,
siempre serán como hermanos.
Anónima:
Entre naranjos y azahar
y la flor de la ciruela,
hay una joya preciosa
que es la soledad de Overa.
Anónima:
Ni los dorados trigales
ni las rojas amapolas,
se comparan en belleza
con María Auxiliadora.
Anónima
En el barranco el Madroño
hay una calabacera
que le llegan los ramales
a la puerta de mi suegra
y se le ha enroscao en el moño.
Escribo este relato como homenaje a las personas que aparecen en él y
a las que debido a mi desconocimiento no menciono, a nuestros antepasados en
general y sobre todo a mis maravillosos padres Jerónima
Díaz Sánchez (la de Juandíaz) y Agustín Bonillo Pérez (el de Ángeles), porque a
pesar de las estrecheces económicas, sociales y políticas, todos ellos fueron
capaces de dejarnos el maravilloso legado de la alegría de vivir con ingenio
y generosidad.
Termino con una coplilla que cantaba mi padre, que nos da idea de la
fraternidad entre las gentes de los dos lados del rio:
Vivan Palacés, Zurgena,
La Ermita y Almajalejo,
Santa Bárbara y los Menas
Y también el Corral viejo.
AGRADECIMIENTOS:
Mi gratitud para Dolores Quiles
Bernal, quien a pesar de los pesares, conserva su buena memoria, su amabilidad,
su buen humor y un gran cariño por mí
que es recíproco.
Va también mi cariño para mis dos
hermanas mayores: mis tías Isabel y Juana Díaz Sánchez y como no, para mis tíos
Miguel García Parra y Pedro López Perales.
Sin la paciencia y la información
de todos ellos, no hubiera sido posible este relato.
Bibliografía:
Gaceta de Antropología – Fiestas y cofradías de Inocentes y
Ánimas de Granada. Análisis de las fiestas de Granada de D. Demetrio E. Brisset Martín, catedrático de
Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga
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